miércoles, 24 de septiembre de 2014

QUIERO VOLVER A SER GUSANO

Que mal he dormido hoy! no me preguntes por qué, pero me he despertado más cansada de lo que me acosté! Y eso que hoy, por una cuestión de logística conyugal, he tenido la cama entera para mi sola, y para tita! y así hemos saldado tita y yo deudas que teníamos pendientes, y hemos recuperado viejos espacios, y sanas costumbres. Las siestas a veces nos saben a poco! ;-) Ayer por la noche salimos con los amigos a ver el partido del deportivo- celta. Antes de eso, en una ducha fugaz para desperezarme de una siesta tan pequeña que solo me sirvió para recuperarme de la guardia a la mitad, no sé que me pasó que sin darme cuenta me eché todo el champú en un ojo en lugar de la cabeza, y me quedé con un ojo a la virulé para buena parte de la tarde. Lo de no llevar gafas en todas las ocasiones del día a veces juega malas pasadas! Después fuimos a la compra al super y conseguí colar una caja de magdalenas en el cesto de forma disimulada y mirando de reojo, con el único ojo que tenía funcionante, después de la experiencia de la ducha, claro. Luego al llegar a casa después del partido, estuve leyendo parte de " las historias de beli", que es la primera parte de este blog, escrita ya hace cuatro años, y la verdad que me gustó leerlas, me reí mucho, pensé, reflexioné y en más de una entrada sonreí para mis adentros con bastante satisfacción personal. A todos los que habéis empezado a leer este blog de primeras, os diré que toda la primera parte de estas historias están colgadas en un blog paralelo (www.lashistoriasdebeli.blogspost.com), que ya terminó hace bastante tiempo y que cumplió su misión en mi pequeño mundo emocional. Y fue releyendo todas estas historias previas, cuando se me ocurrió pensar que alguien tiene que prestarme un mechero emocional para volver a encender la chispa mental que ahora me falta desde hace tiempo. Pero no hay imposibles. En peores guerras hemos toreado y es cuestión de proponérselo. Si echo un vistazo a los últimos cuatro años, la verdad es que me han pasado bastantes cosas de estas que son importantes, serias y que pueden marcar puntos de inflexión en el calendario vital y de lo cotidiano. Experiencias que todas las personas de mi pequeño mundo saben cuales son, y que están aquí dentro guardadas, escondidas y empaquetadas. Me han salido unas cuantas pequeñas arrugas vitales, a veces he tenido la sensación de que han pasado veinte años en lugar de solo cuatro. Y eso no puede ser. No me lo puedo permitir. Porque beli fitipaldi me está pidiendo a gritos que le dé otra oportunidad. Que recupere la frescura. Que supere tedios mentales y la lance de nuevo a la vida. Por algo este blog se llama rescatando a beli. No podía ser de otra manera. Se podría pensar que en este tiempo he sentado la cabeza, ahora llevo el pelo largo, duermo por las noches, me despierto pronto todos los días, se me da bien cocinar, llevo una vida ordenada, como verduras y productos de la huerta, respeto los límites de velocidad y hace mucho tiempo que no me llega a casa ninguna multa, leo libros de los de verdad, y veo películas de todo tipo. Pero no soy yo. Y no sé que es lo que me ha llevado a esta metamorfosis, pero tengo que convertirme en gusano otra vez. Es una necesidad vital. Porque algo no va bien dentro de mi, y ya me lo han dicho en alguna que otra ocasión, da igual no hace falta que me lo digan, lo sé yo. Tengo que recuperar mis botas de montaña, mis pulseras de cuero, mis comics, mis películas de terror, el desorden de mi habitación, mis horas de deporte, mi pelo corto, y mi ritmo vital particular. El otro día rebuscando en el trastero una bolsa de deporte para llevar a la piscina me encontré un estuche con miles de cds que me descargué hace un montón de tiempo. Yo, en mis ocurrencias particulares, los había titulado " disco sorpresa". Enumerándolos del uno al diez. Hoy he cogido el cinco, al azar, y me he puesto a escucharlo mientras escribo esta entrada. Estaban lleno de moho, pero parece que funcionan, que raro! milagros de la tecnología. Y mientras escribo esto, y voy pensando en hacerme un zumo, me doy cuenta de que no se si he sentado la cabeza, pero debo de haberla sentado mal, porque ahora tengo tortícolis emocional! Por eso y porque no me acabo de encontrar, quiero volver a ser gusano, porque no tienen cabeza! Lo de la metamorfosis a mariposa esta muy bien, pero yo prefiero quedarme con mi pequeño mundo gusanil de antes.

martes, 23 de septiembre de 2014

ESA RENDIJA DE LUZ QUE SE COLABA POR LAS VENTANAS.....

Veintitrés de septiembre. Día uno del otoño. He salido de trabajar a las ocho de la mañana, y estoy esperando que llegue la hora de mi segundo desayuno, que es ese momento en el que me deslizo sigilosa y sibilinamente por la cocina sin que nadie se de cuenta y me zampo unas lonchas de jamón y queso, justo diez o quince minutos antes de comer. Una costumbre rara que he cogido últimamente, entre otras muchas. Este verano que ya hoy nos dice adiós, no he podido casi escribir porque me he limitado a sobrevivir. He tenido la gran suerte de poder empezar a trabajar de nuevo en las guardias, como ya había comentado en un post anterior. Y ha sido un guiño de complicidad directo a mi corazón! Así que estos primeros dos meses han sido para mi un periodo de adaptación. En algunos momentos lo he pasado mal, no lo voy a negar, circunstancias imprevistas, encontronazos no buscados y silencios llenos de dudas. Por otro lado, me he pasado el verano saltando de un virus a otro y esquivando todo tipo de bacteria que trataba de colarse en las guardias. Pero no lo he conseguido: catarro, fiebre, conjuntivitis, faringitis, gastritis y todas las itis posibles han campado a sus anchas por mi cuerpo estos dos primeros meses. Se me había olvidado que siempre que empiezo a trabajar en un hospital me paso los primeros meses saltando de padecimiento en padecimiento hasta que me habitúo. Y aquí estamos, saliendo de guardia y recuperando esos momentos mágicos que no tienen precio como son los amaneceres mientras vuelvo a casa, al terminar la guardia, por la carretera de la playa de la Marosa. Mezclas de colores rojizos, anaranjados y azules, en el punto justo ese donde se unen el mar y el cielo. No es por ponerme sentimental, pero realmente son estampas espectaculares. Y es justamente pensando en los colores y en sus mezclas, cuando me ha venido a la cabeza una imagen congelada de cuando era muy pequeña. Mi habitación en casa de mis abuelos. Las dos camas, las noches con mi hermana al lado. Las puertas entreabiertas del resto de las habitaciones, y con ellas la seguridad de no sentirse solo, ni aislado. Y una luz. Una luz, una luz anaranjada que se colaba por las rendijas de las persianas, y que casi con toda seguridad venia directa de las farolas de la avenida. Una luz que no he vuelto a ver en ninguna otra de mis noches hasta el momento actual. Serenidad, eso es lo que me transmitía todo el paisaje nocturno, de mi habitación en casa de mis abuelos. Esa rendija de luz que se cuela por las ventanas y que puede poner color hasta en las noches más oscuras. Mientras pasan los minutos a la espera de mi segundo desayuno, mientras pienso que seria una buena idea ir a lavar el coche ahora, mientras planifico mi siesta de después de comer con tita enroscada en mis pies, y pienso que después de la siesta voy a irme directa a la piscina municipal, y después de la piscina municipal voy a ir a ver el partido del deportivo-celta con mis amigos, que es hoy a las diez, mientras pienso todo esto, ando revuelta con la música de mi mp3 que hoy está a la virulé, y no sigue ningún orden, no se que le ha pasado al chisme este. Ayer me dieron una mala noticia, murió un compañero, amigo y paciente, con el que pase muchas horas de conversaciones los meses pasados en mi consulta. Con quien compartí minutos y más minutos sin mirar el reloj, a quien me empeñe en robar una sonrisa en más de una ocasión, y dos y tres. Y lo conseguí, a pesar de las adversidades. Siempre que lo necesitaba me llamaba y le reservaba un hueco al final de la jornada, para hablar, solo eso hablar, hablar unos minutos que al final se convertían en horas. Sin horarios, sin agendas, sin prisas. Y al final, no se cómo, siempre sonreía. Cuantas historias compartidas, cuantos miedos, cuantas responsabilidades, y cuantos caminos. Y ahora, mi más profundo silencio y respeto, y mi dolor. Si. Por el y por tantos otros con los que compartí momentos similares durante el tiempo que trabaje en las consultas, merecieron la pena los kilómetros, los días de rutina y el esfuerzo. Porque a todos los que me dicen que no se debe salir uno de las agendas y los protocolos, yo les contesto que detrás de cada número hay una historia. Y que merece muchísimo la pena ser consuelo, oídos, hombro y abrazos además de recetar aspirinas. Porque se sufre, si. Las cosas te tocan, maldita profesión. Pero según te tocan te enriquecen también, y te hacen grande en lo pequeño. No cambio ni un solo minuto compartido con este amigo, compañero y paciente, por más aunque hoy duela. maldita y bendita profesión a la vez. Increíble, pero cierto. y no se porqué, habrá sido el amanecer que he visto mientras venia a casa, esta mañana me he acordado de esa rendija de luz que se colaba por las ventanas...